Dulces esencias

jueves, 17 de febrero de 2011

Desayunos

Patricia era de ese tipo de mujeres que caían mal. Hiciera lo que hiciera, dijera lo que dijera todo sonaba con sorna, con desprecio, incluso con un deje de prepotencia que invitaba al más profundo odio. 

Siempre se sentaba en una solitaria mesa al fondo de la clase, donde se expandía toda ella, colocando aquí y allá sus pequeños tarros llenos de opulencia y amor propio, una botella de agua y sus herramientas de erudición. Pensé nada más verla que no había nada mejor para ella, una mesa solitaria para un ser que desprende soledad; qué cruel pensé después, pero me dio igual pues mis ojos ya destilaban la aversión de quien repudia sin apenas conocer.

El chirrido de una silla anunció que la espalda cansada de aquella mujer se había apoyado en sus lomos de goma espuma. No podía ser, era la frívola encarnación de esos malos de película que abrazados por sus despachos barrocos esperaban la visita de algún desvalido. Le faltaba girarse y arrancar un susurro de sus pulmones negros mientras batía sus dedos con desdén. La estampa, era cuanto menos digna de ver.

La voz enérgica de otra mujer entró en juego esa mañana, rostros anodinos y preguntas sin respuesta revoloteaban por el aula de luz clara; y un estómago que ruge en pos del demandado desayuno. Y las ganas de desayunarme a la vida y qué sé yo, a Patricia la opulenta y su voz que reverbera la Poética de Aristóteles mientras se intuye a Quintiliano en el eco de sus pasos que se alejan.

domingo, 13 de febrero de 2011


- Mamá ¿Qué se le dibuja a alguien que se muere?



Pertenezco a este lugar










Huele a muerte en las aceras,
a cáncer y a sábanas,
a  carótidas ausentes.







viernes, 11 de febrero de 2011

Ideales rotos

Anoche me pesé, sí, me pesé. Quise saber de forma numérica y exacta cuánto peso yo y cuánto mi estulticia. No sé por qué lo hice, sería por los anuncios. Visitaba una página de editoriales cuando de pronto un margen me llamaba, me sentí obligada a mirar "¿Cuánto pesas?" me decía "¡Es hora de conseguir tu peso ideal!" y sin saber cómo ni por qué motivo, me sentí ajada, triste, atacada... Pero me pesé. Y pude ver que todo aquello que había construido con el tesón de muchos años no era para nada el concepto de peso ideal que aquellos márgenes me gritaban; años de chocolatinas tristes, de tortitas enfadadas, de galletas frustradas con gotitas de decepción... todo aquello no constituía mi peso ideal sino la constancia de una vida triste que no se ajusta a los parámetros establecidos. Y pensé, para qué, mientras abría una bolsa de enormes magdalenas que sosegasen mi alma rota.


Al morder la primera, el chocolate desbordó mis labios y mientras masticaba mi pena, casi sin darme cuenta reparé en que el ideal de belleza que antaño se predicaba hiere el ego bajo de quien no lo posee hoy. Pero yo preferí seguir masticando mi pena pues se me antojaba mucho más satisfactorio, y con un click di por acabado el spleen opulento de quien no goza de sí, para así, poder gozar yo de otros.




jueves, 10 de febrero de 2011

Bienvenidos


Por el Spleen, de París o de Madrid...
Por las Quimeras, tuyas, mías o de cualquiera...
Por Serme, que me olvido...
Por la cotidianidad hermosa que no entiendo pero entenderé...

Por eso y por mucho más... 



Perfume de Láudano