Dulces esencias

sábado, 1 de diciembre de 2012

Ausencias


Cuando una persona se marcha, su ausencia se encuentra en las pequeñas cosas, en esas pequeñas manías que mientras están a tu lado invocan una furia pasiva que te sacude por dentro para escupir cuatro blasfemias incoloras y así quedarse uno vacío de rabia.

Cuando su ausencia invade los rincones, es el momento en el que esas manías se transforman en susurros de nostalgia y sabes que lo que queda apenas son ecos del pasado. Cuando ya no hay platos apilados en el fregadero, cuando ya no escuchas el hilo de la radio allá por donde pisas, cuando el recuerdo de las napolitanas calientes se diluye en el tiempo, cuando de las discusiones sólo quedan los perdones y la estela de las promesas rotas que se llevó consigo.

La ausencia duele, rasga y destroza pero aún desgarra más cuando te encuentras con el último rescoldo de esas costumbres que tanto te irritaban, cuando encuentras el último boli sin tapa, el último mensaje escondido en tu bandeja de entrada, cuando entiendes que después de todo aquello, lo último que te queda es su silencio y nada más.